
Brasil se viste de mujer

Dos rostros (uno del prontuario) de la ex guerrillera devenida en Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff heredera política de Lula. (AP)
La flamante presidenta Dilma Rousseff tiene el reto de marcar su impronta en un nuevo gobierno. Su gestión no está exenta de desafíos y piedras en el camino
Se pueden delimitar tres grandes desafíos para su gestión: articular y liderar la nueva coalición de gobierno; mantener las políticas sociales con sustentabilidad en el crecimiento y sostener la inserción internacional de Brasil. Un error frecuente al analizar la política brasileña es decir que gobierna el PT (Partido de los Trabajadores), pensando que el partido del ejecutivo es de gobierno. Con sólo ver la fórmula, en la cual el vicepresidente es del Pmdb (Partido del Movimiento Democrático Brasileño), debe comprenderse que, ciertamente, gobierna una coalición. De hecho, la politología brasileña denomina al sistema político local como “presidencialismo de coalición”.
La gestión de Dilma no va a escapar a este proceso. No sólo porque este gobierno surge de una alianza, sino que además tiene que constituir una mayoría parlamentaria. Si se observa el legislativo brasileño, el PT, siendo la principal bancada con 88 diputados, representa sólo el 17% del cuerpo, y junto a sus aliados tradicionales o cercanos, como el PSB (Partido Socialista Brasileño), el PCdB (Partido Comunista do Brasil) o el PDT (Partido Democrático Laborista), apenas llega al 32% de la Cámara, por lo que requiere del acuerdo estratégico del Pmdb, con sus 79 representantes, para lograr una mayoría estable. Algo parecido sucede en el Senado.
En ese proceso, Dilma debe contener un armado volátil. A diferencia de Lula, que podía sumar a sus ex adversarios políticos como ministros (Ciro y Garotinho), Dilma tendrá que acordar para garantizar su gobernabilidad. Como primer paso, tendrá que mantener equilibrios tanto en la interna del PT, que tiene 17 Ministerios (entre ellos, las carteras clave como Hacienda, Planeamiento y la Casa Civil), como en su relación con el resto de los partidos. Por lo que tendrá que responder a las demandas de las izquierdas del PT con un gabinete que cuenta con nueve ministros independientes, 6 del Pmdb, 2 del PSB y uno de cada partido de la coalición: PCdoB, PDT, PR (Partido de la República) y el PP (Partido Progresista).
En lo que respecta al rumbo económico, Dilma tendrá la responsabilidad de mantener la solidez económica que presentó la gestión de Lula. Repasando algunos números, tuvo una tasa sostenida de crecimiento del 3,9 % anual frente al 2,5% de FHC. En tanto que la inflación pasó de una media de 9,1 a 5,7; las tasas de interés descendieron del 26,56 al 14,77%; con un el incremento del crédito del 26 a 45% del PBI, a la vez reduciendo el riesgo país de 2035 a 178 puntos, con el incremento de las reservas que pasaron de 44 a 138 mil millones.
A su vez, tendrá que generar nuevas dinámicas para transformar los programas sociales de inclusión, como la Bolsa Familia, en políticas activas de desarrollo que estimulen la producción y el empleo. En ese sentido, si bien tiene el PAC (Programa de Aceleración del Crecimiento) y la responsabilidad de encarar la organización de dos megaeventos, como el Mundial de Fútbol 2014 y las Olimpiadas 2016, que propiciarán inversiones en infraestructura, deberá enfrentar un fuerte déficit fiscal que puede limitar esta orientación.
En lo que refiere a la inserción internacional, Dilma recibe un comercio exterior que pasó de un déficit de 8,6 mil millones a un superávit de 240. Acompañado de una reorientación de su política exterior. De la lógica librecambista que propiciaba FHC con el Mercosur y el Alca, a una política de integración regional alternativa, con base en la región y articulada con los países del Bric (Rusia, India y China).
Sin embargo, la sobrevaluación del Real, combinadas con devaluaciones de los países centrales, condiciona la competitividad de los productos brasileños y, si bien compensa con industrias complementarias argentinas o la demanda sostenida de China e India, esta tendencia se puede revertir. Incluso, variaciones cambiarias y de rentabilidad financiera pueden provocar fugas de capital u otros vaivenes monetarios.
Esta situación, condiciona la política internacional a reforzar lazos en el Bric en términos económicos. En el marco latinoamericano, como en la Unasur, Dilma tendrá que suplantar el peso del liderazgo que tiene Lula en América latina, aunque no será difícil por el rol estratégico que juega Brasil en ambos escenarios.
Con estos horizontes, comienza el nuevo rumbo. Dilma ya logró aumentar la cuota de mujeres en el gabinete, pasando de 3 a 9, y logró que Lula manifestara su apoyo a una eventual reelección, un gesto que da pie a un Brasil que ahora viste de mujer.
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